
No temo a la muerte, ni a sus cenizas.
En algún sitio de mi espíritu he comprendido que no he de temerle.
No temo a la intrascendencia ni al olvido.
Confío en el amor y en su fruto que perpetuarán mi ser.
No temo a la soledad, ni temo al fracaso.
Me temo a mi mismo.
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