martes, 3 de febrero de 2009

Beowulf

Nosotros. Lobos. Hombres. Hombres lobos. En la longevidad de una noche que dura lo que dura la vida del hombre lobo, entre centenares de batallas amorosas, abundan las filas enemigas y el enfrentamiento pertenece más al azar que a la razón o al corazón.

Cuando reina la Luna, cuando la Luna reina, cuando la Reina Luna se despierta y somos lobos, hombres pero lobos, ellas son mujeres y punto, son demasiado. Frágiles, femeninas, delicadas, perceptivas, arpías, creativas, sensibles, fáciles o difíciles, siempre mujeres, siempre víctimas, no por la eterna deuda que heredaron de Eva, sino por su propia deuda con un Dios cuyo crédito por la perfección incompleta que les dio es impagable. Porque incompleta es cierto, pero perfección al fin, el más maravilloso reflejo de la perfección.

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