Disfrutaba silenciosamente al saber que en lo inmediato él vendría a atacarla por la espalda, y sin embargo no podía abandonar ese estado de tensión inconciente, llena de atención y muy acorde a la situación.
Le era inevitable excitarse un poco con la idea del cuchillo penetrando lentamente su piel. Suavemente, comestiblemente, culinariamente.
Siempre asociaba lo comestible a lo sexual, le parecían actos derivados de su naturaleza salvaje. Sentirse presa y no cazadora, de vez en cuando era necesario para salir de su rutina.
Era esencialmente animal, sumamente instintiva, pura acción y reacción. La adrenalina en su cuerpo generaba un goce inhumano, distinto al que producía en el resto de los mortales. Se había convertido en una sensación tan necesaria para su existencia cómo la acción de respirar.
Aquella madrugada hasta su sombra se movía estudiadamente, con una sutileza que dibujaba armonía en el aire pesado y pestilente. La oscuridad del callejón y la mansa banda de sonido de la ciudad a las tres de la mañana ofrecían un cuadro ideal para lo que iba a acontecer.
Él la vio entrar al callejón. Pensando que sería una tarea más fácil de lo habitual, se arrojó al abismo negro sin mayor precaución que mirar de reojo para ambos costados de la calle, ratificando su certeza de éxito e impunidad. Sus botas militares carecían de discreción tanto en lo estético cómo en lo sonoro. Poco le importaba.
Ahí estaba ella, de espaldas, tan delicada, tan corrompible. Pan comido, pensó para envalentonarse. Acercándose rápidamente la tomó por atrás. Apresándola con su brazo izquierdo sacó el cuchillo escondido y colocó el filo sobre el cuello que olía demasiado a mujer. Profirió un Te vas a callar putita porque sino te corto toda, ¿me entendes? Se lo dijo al oído con una voz fina y ronca parecida a la de las viejas que fumaron toda la vida.
Me encantaría que me cortes toda, contesto ella sensualmente generando al instante el sobresalto de su atacante. La irreverencia lo descolocó, pero pudo sobrellevarla actuando una poco convincente calma para mantener el dominio de la escena. Apostó la voz buscando un tono más severo y contestó soezmente, ¿Sos viva putita?, ¿sos viva? Te voy a hacer mierda.
Lejos de intimidarla, las palabras de su atacante la estimularon. Pese a tener los brazos inmovilizados, su mano izquierda se las ingenió para llegar a la entrepierna de él buscándole el miembro. La travesía manual tuvo éxito y una vez que alcanzó el objetivo, lo apretó fuerte, no tan fuerte cómo para lastimarlo, pero casi. Esa acción lo desestabilizó por completo. Le resultaba repulsiva la posibilidad de que ella estuviera consintiendo el hecho. La imagen terminó por privarlo absolutamente de placer. Esa ausencia de excitación lo enfureció, Hija de puta, estás loca, y al mismo tiempo, más intuitiva que racionalmente, apretó con fuerza el cuchillo contra la garganta y lo sacudió en un movimiento brusco que termino con una lluvia densa y caliente empapándole la mano.
El asco hizo que dejará de apretarla y entonces el cuerpo se deslizó entre su brazo izquierdo para caer pesadamente contra el suelo. La maté, la concha de su madre, la maté, retumbaba descontroladamente en su cabeza una y otra vez.
Cuando pudo superar la neblina mental intentó dar media vuelta para salir corriendo despavorido, pero algo lo hizo tropezar y caer de cara al piso. Una mano le agarraba el tobillo derecho y lo sujetaba con una fuerza descomunal.
Ella, reteniéndolo, comenzó a escalar por el cuerpo pasando por los muslos y el torso hasta terminar de piernas abiertas sobre él. Sonrió, cerró las piernas y apretó tan fuerte que no lo dejaba respirar. El dolor era abominable. ¿Qué sos hija de puta?, ¿Que mierda sos?, fue lo ultimo que balbuceó.
Le acerco la sonrisa a la cara, dejando entrever un par de colmillos brillantes cómo diamantes y le dijo al oído, Te vas a callar putito, ¿me entendes? Te vas a callar.
Buscó la vena más grande y hundió sus colmillos en el cuello sudoroso, cómo si fuera una manzana mojada y deliciosa. Bebió la sangre hasta que sació su sed, asociando lo comestible a lo sexual, cómo siempre hacía. Y salió del abismo negro sin tomar mayor precaución que mirar de reojo para ambos costados de la calle, ratificando su certeza de éxito e impunidad.
2 comentarios:
Si hasta tengo mi discursito listo para ser expulsado aunque con sus irrepetibles alteraciones impuestas por la espontaneidad del vivo y en directo de la vida real! Elegí estudiar lo que elegí porque..., y ahí es cuando se dispara el speech, que considero no es taaan chato que solo cambia conectores y algo más, se va actualizando con las nuevas formas de ver o involuciona y vuelve a ser el mismo que alguna vez en el pasado no tan lejano, depende de como me levante incluso algunos días consigo creérmelo. Pero acá me encuentro haciendo tantas otras cosas antes de eso que pareciera fascinarme fundamentar " por qué me gusta?", me idiotizo en internet, en el infinito del enlace en enlace, del blog en blog rescatando cosillas interesantes, desechando otras y me tropiezo con el increíble mundo de las casualidades, es que realmente la casualidad sorprende y que regocijo me da la sorpresa, altera el orden natural de las cosas despoja por un rato a la desgraciada rutina de todo su "poder monopólico" sobre la vida de las personas. Que agradable casualidad encontrarte. Saludos
Soy de los que no creen en casualidades, pero me agrada que le haya agradado lo que sea que encontró. Esa ensalada de multiples y dispares ingredientes que denomina "discursito" debo reconocer que en algunas cosas me identifica. Ud. dirá que es otra casualidad.
Saludos!
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