lunes, 8 de febrero de 2010

10 días en Cusco

Pasillos estrechos con frustradas intenciones de sofocarme.
El valle libera, sin pedir permiso.
Sostienen la ciudad piedras inmensas, en muros infranqueables, en el suelo que parece más firme que lo habitual.
Los fantasmas, la mística, vencidos se dejaron seducir por las luces de occidente.

Motivos de agobio, varios.
La exagerada amabilidad nativa.
La lluvia eterna (que ya no inspira) y lastima también a las paredes de barro.
Nuestras ilusiones truncas de concretar la quidditas del viaje.

Plan B inobjetable, incancelable, el cómodo y atractivo reino de la luna.
Guitarras bilingües, efluvios artísticos (algunos verdaderamente fructíferos).
Aromas y sabores que alimentan el espíritu.
Dionisio juega de local también en Cusco.

El sopor final radica en lo extenso de la estadía.
Las voces del callejón se vaciaron.
¡Che, argentino boludo!
¡Compreme el gorro de alpaca, los cigarrettes o el poncho!
Los transas se multiplican como bacterias.
Porro, faso, cogollo, flor, canuto, coquita, hongos.
Amigo hagase un masaje, son 20 soles (no, no happy ending massage).
Y comerciando Ray Bans y relojes Armani en la Plaza de Armas ya se agotó la magia.
Ya no es pintoresco.
Y encima no estás.

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